(La Nación) A diez años del homicidio de María Marta Landívar, nadie sabe quién mató de un balazo a la psicóloga en su casa de Pinamar. El asesinato de la psicóloga sigue impune y el nombre del femicida es un misterio.
Hasta el momento, los responsables de la investigación tienen en la mira a siete sospechosos, sin embargo, ninguno de ellos fue llamado a indagatoria, a pesar del pedido presentado por el fiscal Diego Bensi, que en diciembre pasado los imputó por el asesinato.
La falta de testigos y de un móvil del femicidio constituyeron los factores clave para que el asesinato siga impune. Tampoco se hallaron pruebas físicas en la escena del crimen que hubieran avalado un procesamiento con prisión preventiva contra alguno de los acusados.
Durante diez años el fiscal tuvo que avanzar a tientas en una investigación huérfana de indicios, sin imágenes de cámaras de seguridad, en la que los principales testigos fueron personajes con antecedentes penales por robos concretados en Pinamar, Villa Gesell y el Partido de la Costa.
Los cruces de llamadas telefónicas resultaron una herramienta importante para poder vincular a los imputados. Sin embargo, esos elementos no alcanzarían para fundar una eventual condena. Por este motivo, el fiscal convocó a los detectives de la División Homicidios de la Policía Federal para tratar de encontrar más pruebas, a partir de los indicios que existen en el expediente, que acumula 19 cuerpos.
El 19 de mayo de 2012, la psicóloga, de 37 años, era esperada por un grupo de amigas para cenar en un restaurante de Valeria del Mar. Pero nunca llegó. El cuerpo de María Marta fue hallado al día siguiente con un balazo en el pecho en el dúplex situado en la esquina de Langostinos y Valle Fértil.
Un exfuncionario de la Secretaría de Seguridad de Pinamar, que había mantenido una relación sentimental con la víctima, estuvo detenido tres días por su presunta responsabilidad en el femicidio de la psicóloga. Pero, actualmente, está desvinculado de la investigación.
“Lo que pasó con mi hija fue el crimen perfecto, porque hasta ahora la Justicia no me ha dado ninguna respuesta”, dijo uno de los familiares de María Marta en una nota publicada por LA NACION en 2014.
En la actualidad, la pista que sobrevive apunta a que el homicidio de María Marta ocurrió durante un robo que habría sido cometido por alguno de los siete imputados que tienen antecedentes por irrumpir en casas deshabitadas durante la época en la que no hay turistas en Pinamar. En algunos casos, los delincuentes saquean esas viviendas y, en otras oportunidades, las usurpan y las utilizan para vivir. En la temporada de verano, apuntan a ingresar en los inmuebles que alquilan los turistas cuando disfrutan de la playa.
Todos los imputados estaban en Pinamar en el momento en que María Marta fue asesinada. Ninguno de ellos tiene una coartada firme para justificar qué hacían la noche del crimen. Sin embargo, a excepción de dos sospechosos, ninguno pudo ser ubicado en la escena del crimen.
“Se investigó a pacientes y amigos. El fiscal investigó mucho, pero no encontró nada”, agregó José Landívar, mientras sostenía el retrato de su hija, en su casa de Ayacucho, en una charla con LA NACION, en 2014.
Si bien los investigadores no pudieron establecer cuáles fueron los elementos que habría robado el asesino porque la víctima vivía sola y era muy reservada; la hipótesis del robo se fundó en el hecho que en la época que mataron a la psicóloga operaban en Pinamar varias bandas que se dedicaban a asaltar en casas deshabitadas.
“La Justicia se movió, pero no tenemos nada en limpio. No se llevaron nada de la casa... No faltaba ningún objeto ni había huellas digitales”, expresó Ignacio, el hermano de la víctima.
Aunque la única hipótesis que sobrevive a diez años del femicidio apunta a un robo como móvil del crimen, esa presunción se da de bruces con el hecho de que el asesino, si es que fue un ladrón, no se llevó la computadora personal de la víctima.
Entre los investigadores no se descartaba la posibilidad de que el asesino, al intentar cometer un robo, haya sido sorprendido por la víctima, por lo que la mató y eso lo obligó a huir sin llevarse ningún elemento de valor.
Hubo una sola testigo que aportó un dato sobre un hecho inusual ocurrido la noche del crimen. Tanto la víctima como la testigo viven la zona norte de Pinamar, un área con pocos habitantes en esa época. La mujer declaró que oyó una discusión aquella noche.
El informe forense confirmó que la muerte de la psicóloga, oriunda de Ayacucho, ocurrió minutos después de las 20, el 19 de mayo de 2012. Su cadáver fue hallado al día siguiente, en el interior del inmueble, con heridas provocadas por un tiro que le perforó la mano e ingresó en el pecho. La víctima murió desangrada debido a que el proyectil le rasgó la aorta.
Los peritos tampoco hallaron restos de tejidos, como sangre o piel, que hubieran permitido comparar el perfil genético encontrado en la escena del crimen con el ADN de alguno de los siete imputados.
Al principio de la investigación, los policías recorrieron casa por casa las inmediaciones de la escena del asesinato en busca de datos que permitan esclarecer el femicidio.
No hubo pistas en el sistema de cámaras de seguridad del municipio. Al revisar los equipos de video de domicilios particulares próximos al lugar del crimen, tampoco se hallaron imágenes de ningún sospechoso.
Hace seis años, un plomero fue imputado por el homicidio. Se presentó con un defensor particular y le tomaron declaración informativa. Al relatar qué hizo y dónde estuvo la noche del crimen, afirmó que había pasado a buscar a sus hijas. Hasta el momento, esa coartada no pudo ser desvirtuada. Sin embargo, sigue en la mira de los investigadores.
En la actualidad, las expectativas de que el femicidio no quede impune radican en el trabajo que puedan hacer los detectives de la Policía Federal asignados a revisar el caso. Deberán desandar un sumario dominado por las sombras.
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