jueves, 10 de abril de 2014

Perdidos en la noche


Por Guillermo Caprarulo
Son las 3,30 de la mañana. Me asomo por la ventana y miro el almacén de enfrente abierta. Algunos ingieren la bebida comprada a solo unos tres metros del lugar. De a poco comienzan a gritar y a vociferar. La calle desierta, de vez en cuando algún auto o alguna moto de pequeña cilindrada, de cada cuatro, dos se detienen en el almacén. Ya son las 4 de la mañana.

Alrededor de seis menores, van y vienen, corren, se cargan, se adueñan de la calle, algunos andan en bici, otros en skate. Me pregunto, como no están en sus casas estos pibes. Son las 4,30 de la mañana.


De repente, se escuchan más gritos e insultos, en el medio de la arteria, dos personas aparentemente por su motricidad están alcoholizados, discuten, se empujan, caminan, avanzan y retroceden. En la esquina, de contramano, una persona intenta empujar una moto
-que no arranca- el conductor hace equilibrio en cada empujón. Son las 5 de la mañana.

Gritos y corridas, se escapa por la Víctor Hugo, rompió los vidrios de un taxi, dos más corren atrás, después me entere que también intento romper una vidriera, y mi vecino me conto que le robaron una caja de herramientas, que contradictorio. Son las 5,30 de la mañana.


El almacén ya está cerrando, dos o tres albañiles esperan la camioneta que los lleva a la obra, dos personas en la parada del colectivo, los perros ya no ladran. Los móviles de la policía y de la guardia urbana, no se vieron. Me preparo un café y me alisto para ir a trabajar. Son las 6 de la mañana.  

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