viernes, 15 de marzo de 2013

Para los que se desgarran las vestiduras



 Por María Adelina Mercuri
En la excelente nota realizada por Mariana Dufour, y publicada por este medio, titulada paradójicamente ¿Cómo titular esta nota?, comparó “la realidad política de Pinamar con un tablero de ajedrez  y  expuso, con datos fundados, como en los últimos meses, las piezas se han movido sin respetar código alguno”. La mentira, la provocación, el chantaje, el aprovechamiento de los sectores vulnerables, se han propagado desde el gobierno y han devorado a la sociedad de tal forma que revertir la situación será una tarea titánica.
Los resultados de la última sesión extraordinaria, con la derogación de la ordenanza tributaria, le dieron al  gobierno de Muriale un revés legislativo, y la mano que propino la bofetada fue la del concejal oficialista, Daniel Lamas, con un voto decisivo.
En dicha sesión el intendente interino que ya sabía de la decisión de Lamas, fustigó y provocó al edil, durante las dos horas y media de deliberación legislativa, delante de todos los presentes con un desparpajo único. La cara de Lamas, y hsta del propio Pedro Elizalde, lo decían todo.

Otra demostración intimidatoria protagonizada por el jefe comunal interino fueron los roces verbales mantenidos con el concejal Porretti, sentados uno al lado del otro cual  compañeros de colegio. Algunas versiones, con mejor ubicación en el recinto que la prensa, aseguraron que en el intercambio de palabras, Muriale habría amenazado al presidente del PJ con evidencia en la cuales lo descubrirían solicitando favores a cambio de… (grabaciones). A esta imputación  Porretti habría respondido “Yo no te pedí nada”.

La concejala de Frente para la Victoria, Rosana Di Pascuale, también recibió lo suyo. El intendente interino, con tono amenazante, le enrostró su pasado de “acuerdos no santos” con su gobierno. En los dichos de Muriale quedó evidenciada la molestia por lo que la edil, en esta nueva instancia, no llegó a un nuevo pacto. Y, la extraña lógica de Muriale le permitiría arrasar con toda ética, cuando los pactos (en beneficio personal y en contra del bien común) se vuelven legales en la medida que los estipule él o en su defecto Altieri.



Los vecinos tampoco se salvaron de los ataques. Muriale les endosó a los presente el estar “identificados políticamente”, como si la elección partidaria pudiera descalificar la protesta o la intervención. De esta manera Muriale apeló a los lamentables argumentos de su mentor y demonizó la participación política (siempre y cuando estos sean los de la vereda de enfrente). También increpó en forma personal a algunos vecinos, dentro y fuera de la sesión, en una actitud poco digna para la embestidura de un mandatario: “Sarubi vos fuiste el que te opusiste al asfalto”, vociferó el intendente. La  expresión irritó al representante de la institución Participación Ciudadana. Muriale sabía muy bien como enojar a los ciudadanos. De esta manera  recurría a un nuevo artilugio: el desalojo de la sala (amenaza que había formulado el presidente del cuerpo) para que Lamas no sintiera los ojos de la comunidad a la hora de emitir el voto.

El concejal Daniel Lamas no solo recibió lo que comúnmente se conocen como “aprietes” a salida del Concejo y a la vista de todo, sino que estos se prolongaron a su domicilio con la visita de empleados municipales y la exigencia de la renuncia a su banca ya que ellos considera que es del Partido. La intención es quebrar la voluntad el edil, que a estas alturas debe haber maldecido la hora en que se unió al movimiento vecunalista.

Un dato interesente de todo lo acontecido en la sesión del miércoles, fue la presencia de camioneros de la empresa Covelia, traídos por el gobierno municipal, que se apostaron en la entrada del Concejo (ver fotos). Un colectivo verde trasladó a los muchachos que seguramente esperaban encontrarse con los de ViSur que no acudieron a la cita. Después de lo acontecido en las otras sesiones, Alfaya, que va conociendo el paño, asistió tanto a la interpelación del intendente, como a la última sesión sin los militantes.

Cuando la agresión proviene del Estado, ésta se propaga como el peor de los virus putrefactos y hasta que no se aplica el antivirus correcto, avanza a diestra y sinistra.  

Tras las amenazas a Lamas, el secretario de Servicios Urbanos, Alberto Morales, sufrió una golpiza que lo llevó a radicar una denuncia en la Fiscalia de Pinamar. Según los trascendidos, Morales describió tres agresores en auto gris. La hipótesis sobre quienes fueron los responsables de las trompadas son varias.

El gobierno, en la voz de Diego Uribe, indicó a los hombres de Alfaya como responsables. Otras fuentes afirmaron que Lamas no está solo en la cruzada, y las amenazas habrían hartado tanto al edil como a su entorno. La tercera hipótesis atribuye la golpiza de Morales a un ajuste de cuenta por los negocios gubernamentales. Extraoficialmente se dice que Muriale también habría sido golpeado y, para tapar la verdad de los hechos, recurrió a radios amigas para tirar “carne podrida”.

Cuando se desgarran las vestiduras en aras de “la no violencia” y está, únicamente, identificada con la violencia física, suena a discurso insustancial y vacío. Y, nuevamente, nos preguntamos si los dirigentes están a la altura de las circunstancias.

“Ningún tipo de agresión puede ser justificado”. Indiscutiblemente es un enunciado contundente y veraz. Pero ¿qué pasa cuando la realidad, a la cual se remite la frase, se construye con la mirada de un cíclope?

Un comunicado enviado por el Partido Justicialista y rubricado por su presidente, Roberto Porretti, se solidarizó con el funcionario Alberto Morales, quien como ya nos hemos referido sufrió un ataque de desconocidos que podrían ser identificados. En el mismo comunicado también se solidarizó con el conductor radial, Diego Uribe, por el cachetazo que le propinaran vecinos y militantes de ViSur el 11 de enero. Esa circunstancia se produjo poco antes de la realización de la bochornosa Asamblea de Mayores Contribuyente, en la que el gobierno y el presidente del HCD extorsionaron y obligaron a Elida Yaquini, mayor contribuyente, a dar quórum. Uribe salio del Concejo y agredió verbalmente a la gente, hasta que uno de ellos le encajo el cachetazo. El conductor ingreso nuevamente al edificio un poco ofuscado, pero sin signos de violencia, más que sus dichos y a los que no pondremos en duda. Muchos éramos lo que estábamos presentes en el lugar y percibimos ante tal caos institucional que era posible que Uribe fuera enviado por Muriale para abonar en el disturbio. Pero es solo una intuición. Aunque alguien me dijo una vez que la intuición no existe, es solo información acumulada. ¿A caso alguien duda de que Uribe sea un provocador profesional?

Ser  periodista o mandatario no da derechos a chantajear, mentir, calumniar, agredir verbalmente, insultar, valerse de la vulnerabilidad de las personas, y después no atenerse a las consecuencias que retorna como un búmeran. Porque lo expresado, señores que de desgarran las vestiduras, también“es violencia”.

Un párrafo a parte y en mención a Elida Yaquini. La comunidad también espera un comunicado del bloque Proyecto Nacional con las disculpa del caso, sin excepciones, y asumiendo la responsabilidad en la elección, por las actuaciones que tuvo esta señora, alias “la tana”,  en la Asamblea como mayor contribuyente. La señora Yaquini  amparándose en la necesidad descaradamente aceptó el chantaje del gobierno justificando su presencia ene el recinto; para luego contrariar en la Fiscalia lo denunciado en dicha Asamblea. El cambio se habría debido a las promesas de Muriale sobre la construcción de un local y la creación de una cooperativa. ¿No es violencia, a través de su corrupción, la que ejerce Yaquini contra la comunidad? Y los concejales no se responsabilicen de su elección.

Lejos, muy lejos de ViSur está esta cronista que se permite recordar que, aún si fuese la gente de Alfaya la responsable de las agresiones, en Pinamar se ha perdido la decencia, la vergüenza, el respeto por la verdad y toda ética. Esta responsabilidad recae, en primer lugar, en los políticos que conducen los destinos de esta comarca; en segundo lugar, en quienes ejercen la comunicación y la bastardean. Y, tercero, en la comunidad por su frágil memoria.

 


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