martes, 21 de febrero de 2012

El carnaval en Pinamar




El origen más probable y más cercano del surgimiento de los carnavales se encuentra en las fiestas paganas como las que se realizaban en honor a Baco, el dios del vino, las saturnales y las lupercales romanas, o las que se realizaban en honor del buey Apis en Egipto.
Todo ello con una enorme tradición occidental y oriental para una América que de pronto se vio invadida por todos esos rituales que se fueron adoptando de una forma simbólica. Según algunos historiadores, los orígenes de las fiestas de Carnaval se remontan a las antiguas Sumeria y Egipto, hace más de 5,000 años, con celebraciones similares en la época del Imperio Romano, desde donde se difundió la costumbre por Europa, siendo traído a América por los navegantes españoles y portugueses que nos colonizaron a partir del siglo XV.

El carnaval en Argentina varía marcadamente entre las diferentes regiones del país, merecen especial atención las festividades en Corrientes, Entre Ríos, Salta, Jujuy, y Buenos Aires.
En la ciudad de Buenos Aires el carnaval comenzó a celebrarse a partir del 1600, mezcla de legado español y el candombe bailado por los esclavos negros.
Los bailes de carnaval se comenzaron a realizar en locales cerrados a partir del año 1771. Al principio eran organizados en casas particulares y luego se trasladaron a los clubes barriales. En 1858 aparece la primera comparsa y en 1869 se realiza el primer corso, con la participación de máscaras y comparsas. Al año siguiente, se incorporan carruajes.

En 1976, durante la última dictadura militar, se implementó el decreto 21329/76 en el que se prohibían los feriados de carnaval.

El carnaval es, ante todo y fundamentalmente, un acto de presencia a través del cual una comunidad, una colectividad, un pueblo se realiza. Particularmente el Carnaval no es un espacio donde las personas van a observar como espectadores. Es un ámbito donde el conjunto de las personas se integran y donde la vivencia en comunidad se hace concreta. En la fiesta, la comunidad, y cada uno de sus integrantes, se hacen visibles. En el sentido más genuino, la comunidad genera la ocasión para quitarse la máscara y sus miembros se revelan los unos a los otros. Para participar es necesario ser.
Desde el punto de vista colectivo, puede decirse que a través de la intervención en la fiesta, los integrantes de una sociedad, los participantes que son a su vez ciudadanos, descubren y construyen juntos una razón de ser: la de vivir juntos en comunidad. Así se van constituyendo de manera asociada y compartida como un organismo vivo, dinámico, como una colectividad. Esta es la manera de construir la identidad cultural.
Privar a una sociedad, a la ciudadanía, del espacio de la fiesta es quitarle la posibilidad de construir esa identidad.

Mientras en diferentes rincones del país se van sumando a las tradicionales fiestas de carnavales, en Pinamar se mantiene la no participación, la no celebración. Como si el decreto militar estaría vigente, nada de fiesta, nada de reuniones, nada de encontrarse con el otro.

O será, que la movilización del próximo jueves, por los justos reclamos de los trabajadores municipales se convierta por la magia del carnaval en un baile de protesta y canción. Y cuando alguien reclame por “la mascarita” le diga que está en un Hotel a 400 kilometros tomando champagne y festejando otra fiesta “Pantalla Pinamar”.

Copla
Ya se acaba el carnaval
Muchachos a trabajar
Para el año venidero
Tener platita que gastar

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