No hubo piedad para Teresa Lewis. Fue ejecutada con una inyección letal cuando el reloj de la prisión de Greenville -en el estado de Virginia- marcó las 21. El verdugo le suministró una inyección con tres sustancias: la primera la sedó, la segunda la dejó en estado catatónico y la tercera le provocó un paro cardíaco. De nada sirvieron las 4.000 peticiones de clemencia y el reclamo de los representantes de la Unión Europea. Tampoco las protestas de grupos opositores a la pena de muerte. Es la primera ejecución de una mujer, en cinco años.
En las horas previas a la ejecución, Teresa se despidió de su hijo menor, Bill, y cenó pollo frito y apple pie, el típico pastel de manzana estadounidense.
El caso también fue mencionado por el presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, quien lo usó para defenderse de la campaña de “propaganda” contra la sentencia a muerte por lapidación de una mujer iraní condenada por adulterio.
Lewis, de 41 años, fue condenada tras declararse culpable de ordenar a dos hombres, uno de ellos su amante, que asesinaran a su marido y a su hijo adoptivo en 2002. El objetivo, quedarse con el seguro de vida de 250.000 dólares. En el juicio se dijo que la mujer estaba en la cocina cuando le dispararon a su marido y que permaneció sentada mientras él se desangraba lentamente.
Para la fiscalía está claro que actuó por codicia. Sin embargo, sus abogados sostienen que debido a su estado mental –tenía un coeficiente intelectual de 72 cuando la ley estadounidense considera que 70 es retraso mental- era incapaz de planear el crimen. Esto coincide con las declaraciones posteriores de sus cómplices: uno de ellos, que luego se suicidó en prisión, indicó en una carta a una amiga que Lewis era como una marioneta y que se involucró con ella “para poder acceder al dinero”.
Lo paradójico, remarcado también por la defensa, es que los dos asesinos la sobrevivirán ya que recibieron la pena de cadena perpetua. La última vez que se ejecutó a una mujer en Virginia fue en 1912, cuando electrocutaron a una joven negra, empleada doméstica, que mató a su empleadora. En total, hubo 123 mujeres que sufrieron este tipo de sentencia. Fueron ahorcadas, quemadas o electrocutadas por delitos que van desde el ocultamiento de un bebé al nacer, al incendio intencional, envenenamiento, asesinato o intento de homicidio.
El Tribunal Supremo de Justicia de Estados Unidos rechazó el martes la última apelación de los abogados defensores. La sentencia desató una intensa campaña para conmutar la pena. Hubo 4.000 peticiones de clemencia y hasta representantes de la Unión Europea reclamaron su anulación. Pero el gobernador de Virginia, Robert McDonnell, quien tiene la autoridad para frenar la ejecución, fue quien decidió seguir adelante.
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